Y llegamos a Kioto. Esa ciudad de la que todo el mundo habla y que promete atrapar nuestra atención. Antes de nada, tengo que decir que fotográficamente tiene más potencial de día que de noche y así fue como lo aprovechamos y de lo lindo.
Una vez más, este país, vuelve a sorprendernos. ¿Por qué? It’s so busy!!!!!! Que diría un inglés. La ciudad está llena, llenísima de gente aunque es notablemente más pequeña que Tokyo u Osaka.
Sin embargo, no será su aspecto comercial el que nos encante, sino la cantidad de los templos, sintoístas y budistas, cada uno tan diferente al anterior.
El primero que visitamos fue Sanjusangendo. En él están prohibidas las fotografías y los zapatos 😉
Si vais a venir os recomendamos que paséis por aquí, y os dejamos un enlace para que sepáis qué maravilla os encontraréis dentro: 1.001 tallas de madera de la diosa budista Kannon (nada que ver con Canon…) 😉
Desde allí nos fuimos al distrito de Higashiyama, con el templo de Kiyomizu-dera, la Yasaka Pagoda, y el barrio de Gion.
Si vais a venir a este templo, averiguad si por esas fechas tiene visita nocturna. Nosotros no tuvimos suerte, pero tiene un balcón con unas vistas dignas de dedicarles un buen rato.
A continuación bajamos caminando por el barrio de las geishas y los samurais, con calles estrechas y casitas de madera, con multitud de tiendas de recuerdos quehacen que las horas pasen solas a pesar del calor. Hemos tenido una media de 35-36 grados y muchísima humedad.
El último templo del día sería el Ryozen Kannon con su inmenso buda. No me diréis que no impresiona el tamaño eh!
Continuamos hacia el precioso y animado barrio de Gion para terminar cenando en la zona de Pontocho.
LA CENA: A pesar de haber mil y un restaurantes decidimos hacer cola en uno que prometía. Primero porque estaba recomendado con Excelencia por Trip Advisor, y segundo, porque todos los “guiris” que salían, nos decían que merecía la pena la espera.
Dentro el restaurante era un escándalo. Los camareros decían hola, gracias y adiós al unísono a todos los clientes. A pesar de que el bar no era muy grande, era muy divertido el “espectáculo” que hacían. La comida era deliciosa y como 4-5 veces más barata que en los restaurantes japoneses españoles.
Y la anécdota es que vimos como pescaban un pez de más de medio metro de su acuario… Hasta aquí todo normal. En un bar de sushi es lógico que haya peces…. Lo que nos dejó más boquiabiertos es que pusieron la cabeza en la barra un rato y, por favor, prestadle atención en este breve vídeo… 😉
En ese momento se hizo un silencio tremendo entre los comensales que nos quedamos alucinando menos nuestro amigo el camarero que lo pasaba en grande viéndonos… 😉
Otra zona de templos a la que le dedicamos un buen rato fue Arashiyama, al oeste de la ciudad. Una zona cerca de las montañas y por donde cruza el río Hozu.
Comenzamos con el templo Tenryuji, uno de los cinco grandes templos Zen de Kyoto. Bueno para ser más exactos, por los jardines del templo. Cuando pasas por la puerta, tienes la sensación de estar frente a un decorado. Nos impactó aquella estampa.
El jardín es bonito, pero suponemos que en primavera debe ser espectacular, lo tenemos apuntado en la agenda 😉
Siguiendo por la senda marcada, llegamos al pequeño bosque de bambú que sale en todas las postales de la ciudad.
Un paseito por el río y nuestra última visita a los templos de la zona (son muchísimos y es obligatorio que te informes y selecciones previamente los que más te interesen). El Adashino Nenbutsuji Temple, no es ni mucho menos, uno de los más famosos, pero las aproximadamente 8000 estatuas budistas talladas en piedra que hay en su patio interior, en honor a los muertos que fueron dejados allí, supusieron un reclamo para nosotros.
Hemos de decir que todas estas fotos no debimos hacerlas, pero es que no vimos el cartelillo hasta que salimos, y allí dentro no nos encontramos con nadie en ningún momento.
Vuelta al centro y otro tren de cercanías para visitar el último templo que veríamos en esta ciudad tan religiosa. Habíamos dejado para el final el más que nos hacía ilusión, y no nos decepcionó. El Fushimi Inari es uno de los santuarios sintoístas más famosos de Kyoto. La atracción principal no es el propio santuario sino los senderos bajo cientos de toriis, que cada uno de ellos ha sido donado por alguien, y que de hecho, en su parte posterior dice quién y cuándo lo ha donado.
Después de tanto templo, nada como una tarde de compras rematada con unas buenas cervecitas.
Con respecto a las compras un apunte: o en España llevas la talla S, o en Japón no te compras nada, con lo pequeña que es esta gente a nosotros no nos sirve nada, jajaja
Y antes de coger el avión de vuelta cargados de una impresión casi INMEJORABLE del país, su cultura y la extremeña educación de su gente, una paseo rápido una vez más por Tokyo con esta estampa como broche final de Shinagawa.
Deseamos que os haya gustado mucho y que ojalá os hayamos trasmitido al menos algunas sensaciones de las vividas.
Un abrazo y buenas fotos!
Pd.- En unos días ,salimos para Mëxico… ¿Habrá otro diario, no? 😉
Que espectacular viaje Mario, definitivamente tendré que hacerlo algún dia.
Un abrazo!
Bueno estupendo viaje.me ha sabido a poco.
Fotos, comentarios muy interesante todo, pero
repito a pesar de parecerme que lo he vivido a la ver
que vosotros,
Pues que me gustaria, que hubiese durado mas.
Un abrazo y besotesssss.
Que envidia sana me dais. Un abrazo