Escaleras al Atlántico es un proyecto que nace espontáneamente, que surge por la facilidad y diversión que me produce hacer estas fotografías en mi nuevo lugar de residencia. Tenerife es una isla mágica, a la vez que volcánica, lo que hace que las playas brillen por su ausencia. Su morfología emergente en forma de pico desde el mar hace que haya pocas zonas de playas llenas de arena. Es por este motivo por el que la costa es muy pedregosa y el baño dista mucho de las playas de arena en las que ir adentrándose poco a poco en el mar.
Por esta casuística surgen estas escaleras que facilitan el acceso al mar a aquellas personas menos duchas en lanzarse de cabeza o deslizarse o trepar por las rocas.
Las escaleras se encuentran a lo largo de toda la isla y, aunque no forman parte, como es lógico, del paraíso natural, sino que son introducidas por el hombre, considero que el impacto no es muy agresivo para el entorno.
Las fotografías aquí expuestas corresponde todas a momentos del atardecer o el amanecer. Son fotografías de larga exposición en las que el objetivo es mostrar de qué manera se incorporan al paisaje sin deteriorarlo. Además, se trata de mostrarlas de la manera más bella posible, animando así al espectador a visitar la isla y, mejor aún, a fotografiarla.
El equipo usado para hacer la serie pasa por objetivo angular y un tele medio. Hablamos de focales Nikon entre los 14mm y los 70mm repartidos en tres objetivos: Nikkor 14-24mm f/2.8, Nikkor 14-30mm f/4 y Nikkor 24-70mm f/4.
Las cámaras sobre las que se han montado estas lentes han sido Nikon D700, Nikon D850 y Nikon Z7.
Además, para poder hacer largas exposiciones hemos empleado un juego de filtros Lucroit. Estos filtros han sido: neutros de 6 y 10 pasos, degradado de 4 pasos y degradado inverso de 3 pasos.
Siempre con la ayuda de un buen trípode, que en ocasiones fue un Manfrotto 055 y en otras ocasiones un Feisol Tournament CT 3442 con una rótula RRS 40.
Dicho esto, el equipo no es determinante para hacer este tipo de fotografías, ya que servirá cualquiera que le permita hacer larga exposición con la luz de los momentos de ocaso y orto.
Para afrontar un proyecto como este con una temática tan clara, primeramente es necesario hacer un trabajo de investigación y de geoposicionamiento de las escaleras. Para ello se recomienda buscarlas a plena luz del día y tomar nota de su lugar exacto. De no ser así, es probable que cuando vayas de noche para fotografiar el amanecer no seas capaz de encontrar la escalera debido a que la marea puede incluso hacer que desaparezca o que, simplemente, por la falta de luz, no seas capaz de verla.
Por lo tanto, este primer paso es tener a buen recaudo donde se encuentran las escaleras. También me gusta llevar mi cámara conmigo cuando hago este trabajo de prospección. No para hacer las fotografías sino para ver posibles encuadres y empezar a madurar el resultado final en la cabeza.
Además, clasifico las localizaciones en varios grupos. Por un lado y el más importante pienso si determinada escalera es más fotografiable al amanecer o al atardecer. Después, valoro el grado de dificultad que tiene llegar hasta ella. En ocasiones está muy cerca de donde dejas el coche pero otras veces hay que caminar un buen rato. Y, por último, considero la importancia del estado de la marea. Personalmente me considero un poco torpe para caminar sobre rocas resbaladizas donde un error o resbalón te puede costar una fractura y/o la pérdida de material.
Por lo tanto, cuando voy a un lugar tengo que tener claro en qué momento del día ir, amanecer o atardecer, y ser consciente del grado de dificultad que puede suponer ir hasta allí.
Bien, aunque el encuadre lo empiezo a hacer antes del día de la toma, es cierto que una vez que se está allí puede no tener nada que ver lo que se tenía en mente con lo que finalmente vas a hacer. De hecho, el momento de la toma buena lo determinan pequeños detalles improvisados: un rayo de luz, un cangrejo, olas más fuertes por la aparición espontánea del viento… Realmente nunca sabemos cuál será el resultado final hasta que no está hecha.

Pongamos un ejemplo con la foto 1. La escalera que hay al final de la pasarela de piedra no es visible con marea alta. Por lo tanto, no está de más hacer una consulta a aplicaciones como Nautide para IOS o a la página web www.tablademareas.com para saber el estado de la misma en el día y hora que tenemos planeado ir.
Muchos fotógrafos huyen del sol o, al menos, huyen de que éste aparezca sobreexpuesto en sus fotografías. Personalmente, no me preocupa en exceso este tema, siempre y cuando dicha sobreexposición no haga que mi fotografía aparezca completamente blanca.

Además, cuando tenemos el sol de frente, ¿no sucede que nos deslumbra e incluso a veces no podemos mirarlo? Esto es más o menos lo que sucede en la foto 2. El ocaso está cerca de producirse, pero antes de que eso ocurra ya podemos disfrutar de unos tonos dorados. Hay que crear atmósfera en nuestras fotografías, colocar los elementos en cada lugar para tener una composición equilibrada y, por supuesto, aprovechar la luz. Por lo tanto, me permito la licencia de recomendar no obsesionarse con histogramas perfectos sino buscar los histogramas que transmitan emociones, sensaciones de lugar, de calidez y de bienestar. Esto es fotografía.
Un lugar tiene multitud de encuadres y es bueno no ceñirse siempre a realizar el mismo tipo de fotografías. Conviene usar distintas focales, planos más abiertos, más cerrados, hacer fotografías en las que se saque el elemento de su contexto y que lo aísle de lo que lo rodea.

La foto 3 está realizada en el mismo día las que las fotos 1 y 2 pero, como se puede ver, con un planteamiento completamente diferente. Se cambió la focal angular por otra más larga con lo que pudimos aislar la escalera del mar embravecido que la rodeaba.
Juguemos ahora al amanecer. Previo a la llegada del sol al horizonte, cuando aún se pueden ver las últimas estrellas en el firmamento, no podemos obtener tonos dorados en nuestras fotografías ni forzando el balance de blancos hasta su máximo de 10.000K. Es entonces cuando podemos aprovecharnos de los tonos fríos del amanecer y capturar así los primeros atisbos de luz solar que nos da la naturaleza día a día.

La foto 4 muestra una imagen que, en el momento de la toma, era mucho más oscura que lo que aquí podéis ver. Incluso quizás fuese de noche, pero a lo largo de los segundos de exposición apareció ese tono cálido cerca del horizonte.
Fíjense en cómo las piedras de la derecha llevan la mirada inequívocamente hasta nuestra protagonista, la escalera.

Según avanzan los minutos y tan pronto como se tenga una fotografía satisfactoria es bueno moverse de un lado para otro en busca de otro encuadre. Si prestamos atención a la composición de la foto 4 frente a la foto 5, ésta última está tomada desde la derecha de nuestro hito. Se aprovecha el camino que lleva hasta la escalera para que dirija la mirada del espectador. Para que recorra el encuadre en orden, sin caos y con el objetivo de llegar hasta la meta, hasta nuestra protagonista.
Situando el trípode cerca del suelo podrás realzar las texturas existentes y todo adquiere una dimensión nueva. Es importante prestar atención a los reflejos, a los pequeños charcos que se forman entre las piedras y, por supuesto, a como la luz va cambiando, porque con ella seguramente tengas que ir modificando tu balance de blancos para hacer la foto que tú quieres y no la que la cámara, en su modo automático, puede darte.

Una vez he fotografiado la escalera desde la izquierda y derecha como acabamos de ver en las fotos 4 y 5 me distancia de ella para, en esta ocasión, fotografiarla en su entorno natural. Así fue como yo la descubrí de día. Vista a lo lejos y enmarcada en la línea de costa. Sin embargo, el momento de fotografiarla (foto 6) tiene un momento mágico de luz. Los rayos de sol penetran a través de las nubes. El mar se tiñe de un color efímero y característico del alba y la escalera, nuestra protagonista es testigo de, ahora sí, el amanecer.
En ocasiones sucede que las escaleras están en piscinas naturales que se usan para el baño público. Es por tanto habitual que estén rodeadas de casas, restaurantes, etc… No debe amedrentarnos esto para fotografiarlas. Cierto es que los fotógrafos de paisaje amamos el minimalismo, los encuadres y fotografías limpias, sin obstáculos, pero… ¿y si no tenemos este ideal a mano vamos a dejar de hacer fotografías? Lógicamente, no. Es por tanto la composición la que nos exigirá movernos, encuadrar y reencuadrar las veces que sea necesario hasta que tengamos el mejor tiro posible.

La foto 7 está tomada en un núcleo urbano. Además, hay grandes rocas de frente que pueden quedar a contraluz. Un reto grande, tanto compositivo como técnico. La manera en la que se solventó esta fotografía pasó por extraer el filtro inverso que oscurecía la parte del encuadre donde está el sol.
Esta extracción se hizo en los últimos segundos de la fotografía con sumo cuidado para no trepidar la foto y permitir que las piedras más oscuras, no quedaran negras por la acción del filtro.

Cuando el sol pega fuerte en nuestro encuadre se hace necesario el uso del filtro inverso. En la foto 8 vemos un cielo encapotado que podría taparlo pero, sin embargo, la estrella que nos calienta busca el lugar para salir.
Esta luz tan intensa es la que determina cuanto tiempo de exposición podemos dar a nuestra fotografía. Un tiempo elevado sobreexpondrá la toma, un tiempo corto la dejará oscura. ¿Entonces? Tienes que usar el filtro adecuado durante el tiempo necesario. Todo un reto que te hará ejercitarte y disfrutar del momento de la toma.
No nos engañemos, a todos nos gustan los candilazos, los cielos rojos, los momentos de luz de infarto… pero, ¿siempre los tenemos? Lógicamente, no. Es en esos días en los que la luz no acompaña demasiado en los que podemos aprovechar para destacar texturas, para hacer encuadres donde un cielo magnífico no es protagonista.

La foto 9 corresponde a uno de esos días donde el madrugón parecía que no había merecido la pena. Sin embargo, tras dar varios pases por el lugar encontré un encuadre que no solía hacer decido a la presencia de gente aún en el momento del alba. Me llamó la atención el óxido de la escalera; óxido que realcé con la opción claridad de Lightroom en el revelado.
No todos los atardeceres son iguales, eso está claro. La tentación del fotógrafo que quiere conseguir fotografías impactantes en estas situaciones de ocaso y orto pasa por forzar el balance de blancos para obtener cielos dorados.
Sin embargo, podría ser monótono actuar así, con lo que el reto pasa por seleccionar la temperatura de color en Kelvin que te permita tener tonos fríos a la vez que tonos cálidos en el resultado final. Ojo porque no es tan fácil como pensar que entre 8.000K y 10.000K saldrán cielos cálidos y entre 4.500K y 6.000K saldrán tonos fríos. Esto, a priori es así. Pero cuidado, porque depende de la intensidad del sol, de las nubes que haya, de la pureza de la atmósfera así como del spray del agua, la calima o la niebla. Un balance de blancos que funcionó un día puede no hacerlo otro.

Es por estos motivos por los que soy un incansable fotógrafo que trabajo todo en manual y así me llevo a casa los colores que yo quiero considerando lo que el lugar me ofrecía ese día. La foto 10 es un claro ejemplo de la combinación de tonos fríos y cálidos por decisión propia.

Momentos de luz. Estas tres palabras determinan la diferencia entre una foto memorable y, simplemente una foto. La foto 11 muestra ese amanecer al que todos aspiramos. ¡Sí, por fin! El cielo se tiñe de dorado. Pero sin embargo, la foto 12 fue un momento efímero, ya que prácticamente era de día con el sol a unos cuantos grados ya sobre el horizonte. La casualidad hizo que unas nubes lo taparan pero el azar permite salir un rato que vino a clavarse en la escalera de la foto. Solo la rapidez para verlo, la práctica para encuadrar y la experiencia para exponer hacen posible capturar esa foto que, en realidad, no duró apenas tiempo. El fotógrafo novel tiene que prepararse para ser capaz de disparar con certeza y puntería ante cualquier presa que se cruce en su camino. No, no soy cazador de animales, solo de luz.

Y qué decir de la paz que podemos llegar a trasmitir con nuestras fotografías. La escalera de la foto 13 te lleva al puro océano Atlántico. Mírala bien. Está ahí, nada te impide bajar por sus peldaños y disfrutar de millones de litros de agua que están ahí para ti. Cada fotografía tiene una historia, un sueño, una imaginación o un deseo. Hay fotógrafos que escriben poesías pero también hay poetas que hacen fotografías.

La foto 14 me sirve perfectamente para contaros un pequeño truco que aplico en los días en los que la luz no es brillante. Cuando fotografiéis con cielos, llamémosles sosos, no merece la pena usar un balance de blancos cálido (7.000K-10.000K). Entonces opto por usar una opción más fría, ya que el azul en el cielo con el azul en el mar forman una imagen que puede perfectamente trasmitir soledad, frialdad, momentos tristes… ¿Te evoca estos sentimientos esta foto?

En días así, subiendo levemente la temperatura de color podemos obtener tonos pastel, a caballo entre la frialdad de la foto 14 y la calidez de las anteriores. Así, la foto 15 pasa por un color correcto, sin decantarnos por los extremos en los que muchas veces nos movemos en fotografías de larga exposición.

Menos es más. Como si de dos ojos se tratasen y frente a un océano infinito, la escalera que corresponde a la foto 16 (la más grande que he fotografiado, dicho sea de paso) está sola, firmemente agarrada a la roca y estéticamente perfecta para ser fotografiada. Opté por hacer la exposición lo más larga posible y, para ello, usé los parámetros que me permitían alargar la exposición considerando que aún era de día y el ocaso no estaba cerca.
Cuando hagáis fotografía LED, como dice mi amigo Jesús M. García Flores (Larga Exposición Diurna), no está de más tapar la cámara con una camiseta. También es una buena recomendación tapar el visor si no usáis mirrorless y, por supuesto, usar viseras si vuestro sistema de filtros lo permite.
Cada objetivo produce un efecto diferente en nuestras fotografías. Un 35mm f/1.4 puede ser maravilloso para hacer fotografía social. Un 70-200mm f/2.8 para hacer retratos robados o un 85mm f/1.8 para capturar miradas profundas. Un angular, aparte de para fotografiar grandes paisajes y ángulos grandes, también sirve para mostrar la realidad de otra forma distinta. La distorsión que provoca este tipo de lentes es las líneas rectas hace que los objetos se vean desde otra perspectiva.

De este modo, la foto 17 está tomada a escasos centímetros de la escalera. La hiperfocal casi comprometida y sin usar focus stacking, buscamos el punto en el que el enfoque vaya desde nuestro hito hasta el infinito buscamos la máxima nitidez desde lo más cerca. posible.
Además, el momento de luz es perfecto. Decido en este caso sobreexponer un poco para dar este tono misterioso y, no nos engañemos, la fotografía con poca luz es nuestra debilidad. Es por eso que estás leyendo esta revista… ¿cierto?

La foto 18 pasa por la colocación de la escalera en el punto óptimo de anclaje. Término que usa el fotógrafo y amigo José Benito Ruiz con frecuencia en sus cursos de composición. Además, la escalera hace que dirijas la mirada, sin lugar a dudas, al otro protagonista de la fotografía, el sol. Esto es muy fácil de conseguir con el uso de angulares. Sin daros cuenta, veréis que todo apunta a otro sitio en diagonal. Encargaros de hacer que eso suceda. Unid puntos con los elementos del paisaje y formad triángulos con ellos. Así conseguiréis una composición con un sentido, sin elementos sueltos y superaréis la fase estética de vuestras fotos para acercaros al siguiente paso, lo trascendental.
Fotografiar es divertido. Y mucho. De hecho, si no lo fuera yo no haría fotos. Es más, solo hago fotos para pasármelo bien. No hago fotos por obligación, ni por encargo. Hago fotos para sacar mi creatividad. Nunca fui bueno en el colegio en asignaturas como dibujo o artes plásticas. No soy bueno con las manos y no destaco en ningún arte. La fotografía me permite hacer cosas que no hago en otros aspectos de mi vida, y me refiero a innovar. Hacer cosas que para mí y quizás para otras personas son innovadoras.

Es por eso que en la foto 19 aposté por incluirme en el encuadre. Esta foto no admitía mucho margen de error. El sol sale y no espera a que yo me prepare. De tal manera tenía que enfocar, colocar los filtros, escuchar el sonido del retardo de disparo en la cámara y, por supuesto, estarme quieto durante la exposición. A esto se une que los transeúntes te miran raro cuando te ven correr y sentarte en el suelo no para ver el sol, sino para quedarte inmóvil casi sin respirar. Además, con el rabillo del ojo hay que vigilar que ningún amigo de lo ajeno pase por allí. No sea que vayas a hacer una exposición de 4 minutos dando la espalda a la cámara y cuando te des la vuelta veas que tu equipo ha desaparecido…

Hasta este momento hemos visto fotografías de más o menos larga exposición pero no hemos congelado el movimiento. Llega por tanto la foto 20 que está formada de un bracketing de dos exposiciones. Una para el cielo y otra para el agua. Hay veces en las que la diferencia de luz es tan grande entre estas dos partes de la foto que ni con filtros se es capaz de conseguir el equilibrio.
Por este motivo se hacen dos exposiciones con los parámetros oportunos para cada una de ellas. Una vez hechas, en Lightroom se usa la opción “Combinar fotografías para HDR” y en pocos clicks tienes la fotografía bien resuelta.

La distorsión es bella. Ya que el ojo humano nos muestra las cosas tal y como son, podemos aprovechar la fotografía para ver las cosas de otra manera. El análisis de la foto 21 pasa por una escalera en la esquina inferior derecha que forma una diagonal con el poste que tenemos en la zona derecha del tercio superior. Este es otro ejemplo de la conexión entre puntos en la fotografía. Además, el efecto seda que provoca el agua sobre las piedras del primer plano, en la parte derecha del encuadre, aporta aún más atmósfera a la toma.

Cuestiones de azar pueden provocar que una fotografía sea más especial que otras. El día que tomé la foto 22 no pensé que obtendría un remolino de espuma tan estético como el que podemos ver. Se formó al estar el agua semiestancada y tener restos de agua sucia. La espuma bailaba en un vaivén en pocos metros y la larga exposición produjo que disfrutáramos de este efecto. Una vez lo descubrí y cayendo el sol en mi encuadre la dificultad pasó por decidir la composición. Podría haberme obcecado en solo el remolino. O solo el sol, ya que también era otra opción válida. Sin embargo, la barandilla me servía perfectamente para enmarcar todos los elementos en una única fotografía y así no descartar nada de lo que se me presentaba delante.
Una vez más fue la capacidad de reacción la que te da la posibilidad de obtener fotografías que, de otra manera, serían imposibles.

Fijaos no obstante qué diferencia tan grande entre las foto 22 y la foto 23, cuando, aunque no lo parezca, fueron tomadas con pocos minutos de diferencia. Cuando el sol se escondió y con el buen sabor de boca que me había dejado la toma de la primera imagen, me sentía reacio a marchar a casa. Modifiqué la temperatura de color a una mucho más fría y me aproveché de las escaleras que me llevaban hacia mi siguiente escalera.
La satisfacción de resolver fotos tan diferentes en el mismo lugar y en pocos minutos es grande. Es por este motivo que siempre animo a los fotógrafos a exigirse más. A aprender la técnica pronto para dar paso a la creatividad y a hacer fotos donde antes solo veían problemas o dificultades o, lo que es peor, más fotos iguales que las del resto de compañeros.

La foto 24 es especial para mí. En ella hay una diferencia de más de 3.500m de altitud entre el mar y el Teide. El pico más alto de España que puede verse en el horizonte de esta imagen. Muestra los elementos más poderosos de la isla en la que vivo y que nos marcan a los fotógrafos gran parte de nuestro trabajo e inspiración.
Se aprovechan las últimas luces del día disfrutando de nuevos encuadres, más arriesgados, y apostando por colocar el trípode por encima de la cabeza para tener perspectivas menos vistas.

Finalmente, la foto 25 muestra el orgasmo fotográfico. Esa luz que se ve pocas veces al año. Ese estado anímico de excitación al ver que estás en el sitio correcto, con la luz deseada y con la cámara, el ojo y el corazón alineados perfectamente.
Son momentos de soledad con la cámara en los que el placer es tan grande que te sientes que has hecho algo importante al haber conseguido esta última imagen. Sientes una y otra vez la necesidad de analizarla, de comprobar el foco en la pantalla de la cámara, de disfrutar del momento que has vivido…
Cuando las luces del día ya se han ido, toca recoger, ir al coche con la sensación de… ¡hoy me he ganado el pan!
Un abrazo y buenas fotos.
Mario Rubio