Hasta el día de hoy lo que más nos está sorprendiendo de este país, no son ni sus edificios, ni sus mil y un carteles luminosos, ni su agitada vida urbana. No. Lo que nos tiene alucinando es, sin duda, la extrema educación y cortesía que encontramos en cada una de las ciudades que vamos visitando.
Que la recepcionista del hotel salga de la recepción para acompañarte al taxi y hasta que éste no se va, no vuelva a su trabajo, no es algo a lo que estemos acostumbrados. Y como esta anécdota, os podríamos contar mil más… ¡Bravo por ellos!
Y eso que el ritmo de trabajo de los tokiotas es frenético. Creo que trabajan de sol a sol y verlos en el metro revela que llegan agotados a sus hogares.
El cuarto día hicimos la típica excursión a Nikko. Se trata de un lugar donde los templos hacen las delicias de los occidentales pues nos deja un poco boquiabiertos. Permitidme deciros que, después de Belchite y Tenerife, encontré en Nikko el lugar perfecto para una sesión de fotografía nocturna.
Templos, pagodas, arboleda… Ufff, todo a mano y de una belleza mayúscula.
En Japón hay dos religiones mayoritarias, la sintoísta y la budista. Tuvimos la posibilidad de ver alguna ceremonia aunque, por respeto, no hicimos fotografías.
A lo que no pudimos resistirnos fue a fotografiar los monitos que hay en el whatsaap y hacernos la típica foto haciendo lo que ellos… 😉
Al salir de los templos hicimos una pequeña excursión por el cauce del río para visitar Kanman-ga-fuchi con las 70 estatuas del dios Jitzo, guardián de los viajeros y los niños (por eso lo de los baberos).
Se trata de un paseo de unos 20 minutos a lo largo de la orilla de un caudaloso río donde podemos ver estas figuras de piedra. Es un remanso de paz, un lugar tranquilo donde los árboles te cobijan de los más de 35º y una humedad relativa del 90% que, en ocasiones, te hace complicado incluso caminar. (Y os lo dice un maratoniano).
Esa noche visitamos el barrio de Roppongi, el barrio más occidental de la ciudad. Aquí la fotografía nocturna urbana empezaba a fluir. Primeramente y a pie de calle fotografiamos la araña que el Mori Tower Building tiene a sus pies. Una estampa que, sin duda, recuerda al Museo Guggenheim de Bilbao.
Después, subimos hasta la planta 45 para darnos cuenta de lo pequeños que somos. A nuestros pies Tokyo. Un enjambre de 30 millones de personas perfectamente coordinados donde creo que ni en el metro se rozan unos con otros. He de decir que el mirador tiene cristales y los trípodes están prohibidos así que si vas, ya sabes lo que te vas a encontrar.
Tuve la suerte de encontrar un hueco donde poner la Olympus a trabajar y tanto Emma como yo sacamos unas vistas panorámicas que, todo sea dicho de paso, nos costaron bastante esfuerzo.
Muchas personas que hacían temblar el suelo, mucho flash destellando a nuestro alrededor y reflejos por todos lados. Al final, creo que podemos decir que sacamos la tarea adelante.
El momentazo fue tomar esta cerveza sentados cómodamente, descansando de cargar con el equipo y con estas vistas…. Uffff, para todo lo demás… Mastercard!!
Cuando cerraron el mirador, nos armamos de valor y otra vez al metro y a caminar. Esta vez nos trasladamos a “París”. Perdón, quise decir a la Torre de Tokyo, pero que por su forma, bien podríamos pensar que estábamos en la ciudad del amor.
Otro lugar vacío de gente, sintiéndonos seguros, disfrutando de hacer fotos y de las temperaturas más bajas que ya nos daban un respiro.
Tras esta foto, regreso al hotel muy cansados pero con la satisfacción de disfrutar de esta sociedad tan educada y con unas buenas fotos hechas.
Mereció la pena.
El quinto día fue dedicado, en parte, a recorrer la zona comercial. Shibuya y Shinjuku son barrios que no descansan. Su actividad comercial es gigante y yo aproveché para comprarme un detallito fotográfico en BIC CAMERA, un super store con varias plantas dedicadas a la fotografía.
Además, allí probé la Nikon DF que tanto me había gustado y pude comprobar que su estética no tiene desperdicio. Una joyita sin duda….
Pasaron las horas y, llegada la tarde, siguiendo con el plan previsto, tocaba «ir a la playa». Así que cogimos nuestros trípodes y nos dirigimos en el tren aéreo (sin conductor), hacia Odiaba. Aunque por unos instantes, pensábamos que habíamos llegado a la ciudad de Nueva York.
Odaiba es un lugar de donde nos traemos recuerdos imborrables. Suena una música chill out por megafonía, apenas se oye el murmuro de la gente y frente a nosotros… esta maravilla de city view.
¿No se parece al puente de Brooklyn con la Estatua de la Libertad? Para siempre en nuestra retina….
En Odiaba nos encontramos también a nuestro amigo Gundam, una estatua de 18 m de alto, que hace las delicias de los críos, y de los no tan críos…
Un reclamo para turistas y una delicia para los niños. Tras darle varias vueltas y ver lo gigante que era, no dudamos en hacernos un selfie con él… 😉
Pasan las horas y ya en noche cerrada pero sin ganas de ir casa aún, nos fuimos en busca este punto del río Sumida en el barrio Nihombashi. La noche está tranquila. Nadie nos molesta. Solo hay una chica japonesa hablando por teléfono que se sobresalta al vernos pero que enseguida vio que éramos inofensivos…
Y hasta aquí este día lleno de fotos, de recuerdos imborrables, de seguir conociendo a una sociedad que no deja de sorprendernos y que no está haciendo pasar unos días maravillosos en el país del sol naciente. Como bien dice nuestro amigo Norber: «en la sociedad japonesa es mayor el respeto hacia los demás que el respeto a sí mismo».
El sexto día llegamos a Osaka no sin antes ser afortunados. Digo esto porque nos dejamos en España el JR Pass que es el documento necesario para poder moverte en determinados trenes y metro del país a un precio razonable. Pues bien, Fedex nos envío dicho documento en 4 días desde Tenerife a Tokyo. Gracias a ello podemos seguir disfrutando del viaje sin dejarnos un sueldazo en trenes de alta velocidad.
Quiero agradecer aquí a David Ag, ya que su ayuda nos abrió un poco el camino para esta solución. Gracias compañero!!, y ojalá estés disfrutando de tu viaje a este país tanto como nosotros.
En Osaka, tras disfrutar del tren bala, una maravilla de medio de transporte, nos fuimos directos al Umeda Sky Building. Aquí, como en otros sitios más del viaje, es nuestro amigo Norber quien nos asesora. En esta ocasión no hay cristales y está permitido poner el trípode.
Perfecto, ahora solo queda hacerse hueco entre las tropecientas personas y tomar algunas fotografías. Eso sí, yo me niego a volverme loco con la cámara y no dejo de disfrutar el momento, las vistas, de empaparme de la ciudad y de cogerle el pulso en todo momento.
Otra vez al metro para llegar al barrio de Namba con la famosa zona Dotombori. Aquí ya notamos un aire un poco mas occidental, tanto en la gente como en las tiendas, restaurantes, etc…
Sigue manteniendo la esencia japonesa qué duda cabe pero hay un toque casi más americano que europeo me atrevería a decir…
Por último, no queremos dejar de nombrar nuestro soporte vital durante todo el día. Starbucks es el café que nos da WI-FI, ricos cafecitos helados y, sobre todo, aire acondicionado que tanta y tanta falta nos hace aquí!
Bueno, pues como veis, está siendo un viaje de mucho caminar, de no dejar de ver cosas, de querer que se nos pegue este respeto del que gozan los japoneses y seguimos con muchas ganas de ver sitios nuevos, hacer fotos y compartirlas con todos vosotros.
Menudo viaje que te estas pegando crack! mucha envidia sana me estas dando jeje.
Seguro que esta en tu agenda pero…………..Kioto tengo entendido que es la ciudad mas bonita de Japón, no debe faltarte jeje.
Un fuerte abrazo y sigue disfrutando 😉
Ya veo ya
,Preciosas vistas para fotografiarlas,
Y seguir y seguir hasta no poder mas,
Para plasmar tanta belleza.
Buenas fotos
Disfrutar muchisimo
Y besitossss